Citas tomadas de la novela "Oficio de tinieblas" de Rosario Castellanos


OFICIO DE TINIEBLAS, ROSARIO CASTELLANOS

      Pedro se desvelaba, con los ojos fijos en la cartilla de San Miguel, contemplando aquellos signos que lentamente penetraban en su entendimiento. ¡que orgullo, al día siguiente, presentarse ante los demás con la lección sabida! ¡Que emoción descubrir los nombres de los objetos y pronunciarlos y escribirlos y apoderarse así del mundo! ¡Que asombro cuando escucho, por vez primera “hablar el papel”!

      Solo los jóvenes, cuyo brío no había sido aún refrenado, conservaron de aquellas pláticas una inquietud, una semilla que, para germinar tendría que romper la dura costra de la inercia y la conformidad.

      Un pueblo que desoye los conejos y las advertencias de su párroco, que abandona la práctica de una religión de humildad y de obediencia y que se lanza a desenterrar imágenes de una pasado salvaje y sanguinario, desafiando así la cólera de sus señores naturales y poniendo en peligro el orden establecido. ¿Adónde conduciría todo esto? A su fin lógico: la toma de las armas y la exigencia violenta de unos derechos que si bien la ley se los acordaba los indios no los merecían. Nadie que conociera su índole, sus costumbres, sus tendencias podía dudar que los indios precisaban una tutela ¿y quién iba a ejercerla mejor y más beneficiosamente para todos, que los patrones?

      Ay, si puidera dejar caer sobre su oreja una palabra, una sola palabra, mientras dormía. ¡Y si esa palabra llegase a ser depositada en el altar, para que la recogieran los ídolos!
      Pedro se inclinó sobre el sueño de su mujer, y lentamente, fue pronunciando la única oración que sabía:
      - La tierra, Catalina. Diles que nos devuelvan la tierra. Si nos piden la sangre, si nos piden la vida se las daremos. Pero que nos devuelvan la tierra.
      Un escalofrío sacudió el cuerpo de ilol que se tapó la oreja con la mano. Pedro se retiró de allí, seguro de que había sido escuchado.

      - ¿Se acuerdan de las historias antiguas?
      - Cuentos de viejos. Nadie sabe ya lo que pasó.
      - Cuando vinieron los primeros caxlanes, hace siglos, muchos prefirieron morir a rendirse.
      Un anciano hizo signos afirmativos. Si, había oído decir algo a sus abuelos. Algo de unos guerreros que se habían tirad desde un peñasco al fondo de un río.
      - Desde entonces el sumidero es sagrado.
      El sacrificio de tantas almas santificó cada piedra, cada rama, cada declive del abismo. ¿Y Chamula iba a quedar desamparada? ¿y en esta comarca inmensa ya no podría reinar el espíritu de San Juan, su ánimo de constructor y de dueño de rebaños? ¿Se envilecería esta tierra donde brotan tantos manantiales, donde la niebla bajaba a posarse con tanta frecuencia? ¡Que indignos había sido de vivir si no eran ahora capaces de disputar al ladino esta posición!

      Vendría la fuerza desordenada y caótica, de los caballos al galope, arrasándolo todo, dejando tras de si cenizas, ruinas y esclavitud. Las costumbres serían abolidas, las dignidades usurpadas, los santuarios profanados. ¿Qué sería del cielo si los Chamulas entregaban su tierra?

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