Siddharta de Herman Hesse


Siddharta
Herman Hesse

“-¿Qué podría decirte, venerable? Quizá que has buscado demasiado. Que de tanto buscar, no tienes ocasión para encontrar.”

“No me dirijo a ninguna parte en concreto. Los monjes siempre caminamos…”

“Se daba cuenta de que el agua corría y corría, siempre se deslizaba y, sin embargo, siempre se encontraba allí, en todo momento. ¡Y no obstante, siempre era agua nueva!...”

“Viajaban por dinero y negocios, iban a bodas y romerías; el río se interponía en su camino y el barquero estaba allí para pasarlos rápidamente sobre ese obstáculo. Pero para algunos entre miles, para muy pocos, el río dejaba de ser un obstáculo; ellos han oído su voz, la han escuchado, y el río se ha convertido para ellos en algo sagrado, igual que para mí.”

“Siddharta tenía un fin, una meta única: deseaba quedarse vacio, sin sed, sin deseos, sin sueños, sin alegrías ni penas. Deseaba morirse para alejarse de sí mismo, para no ser yo, para encontrar la tranquilidad en el corazón vacio, para permanecer abierto al milagro a través de los pensamientos despersonalizados: ése era su objetivo. Cuando todo el yo se encontrase vencido y muerto, cuando se callasen todos los vicios y todos los impulsos en su corazón, entonces tendría que despertar lo último, lo más intimo del ser, lo que ya no es el yo, sino el gran secreto.”

“Govinda, ¡he necesitado tiempo para aprender, y aún no he conseguido entender que no se puede aprender nada! Creo que realmente no existe eso que nosotros llamamos “aprender”. Solo existe, amigo mío, un saber que está en todas partes, es decir, el atman. Este se halla en mí y en ti, y en cada ser. Y empiezo a creer que este saber no tiene peor enemigo que el querer saber, que el desear aprender.”

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