A su regreso, los dueños de la casa lo recibieron cortésmente y los criados mostraron ante él grandes ademanes de respeto. Llegado el momento de la cena, aquel hombre se quitó la túnica y la arrojó en medio de los manjares.
-¿Por qué haces eso? -le preguntaron extrañados los anfitriones.
-Ha sido mi túnica y no yo la que ha recibido vuestro respeto y atenciones. Que sea ella la que se quede a comer.
Dicho lo cual, aquel hombre abandonó aquella casa.
Cuento sufí
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